Contra los libros




La obligación genera rebeldía, la insistencia también. Empeñarnos en que los demás lean y descubran el milagro, es como intentar captar adeptos para una religión o adictos para una ideología.
Un amigo nos cuenta que habría que prohibir los libros en vez de animar a su lectura. Al prohibirlos, dice, llegar a ellos será como un trabajo de libertad.

Cada vez más las campañas de promoción de la lectura generan un efecto rebote, o por lo menos esa impresión nos deja ver como es necesario insistir tanto en lo divertido que es leer. Imaginar a unos pobres lectores, aburridos y recibiendo instrucciones de qué hay que leer y sermones de por qué es bueno leer, no es tan difícil.

Sabemos que leer no nos hace ni más felices ni más listos. Hay sobrados ejemplos en la historia de la humanidad de grandes lectores que también fueron grandes tiranos y todos tenemos un amigo infeliz que lee un montón.

Estamos contra cualquier tipo de imposición, también contra los libros, pero con ellos, por supuesto.