Diario de librera: Verano por dentro







Pequeña historia de una sombrilla que no quería ser cerrada // Little story of an umbrella that did not want to be closed

 by Elliott Erwitt




Las casas son paraguas y no los paraguas, porque es verano y se usan sombrillas.

En la librería no llueve, tal vez en algún libro. Aquí hace sol porque leo y  leer es verano. Leer es luz, calor y tiempo. Leer es un helado, un baño al atardecer, un paseo por la orilla de la página siguiente.

El libro espera a la persona. La persona busca al libro, también, a veces, a otra persona. Rara vez el libro busca a la persona, pero cuando ocurre, sucede el amor.

Detrás de un libro siempre hay alguien. No hace falta que gigante, ni definitivo, ni siquiera apasionante, puede ser muy pequeño y decir hola. 



Diario de librera: Domingo






Juego con la luz y hago filosofía en la cocina, la que trae el verano.

Me disfrazo de medio cuerpo, no es la cara la que habla, es la luz que elige.

Los libros descansan el domingo, pienso en su soledad acompañada. Detrás del escaparate, inaccesibles hasta el lunes de quien los desea. Los libros desconocen este detalle.

Aprendo de la cualidad que poseen los libros para estar en cualquier parte sin dejar de ser. Un libro debajo de la cama no es un zapato. En los garajes suele haber muchos y no son herramientas ni repuestos. Calzando una butaca o en el regazo de una madre, un libro sigue siendo un libro. Por eso creo que los libros tiene algo fascinante que les hace adaptarse a la vida de la gente y a moldearse en sus usos y olvidos.



Diario de librera: Confesiones





Soy una lectora lenta, pero voraz, me gusta saborear los libros. Cada página y su textura calculada, el gusto diferente en la edición, un olor desconocido, pero sabroso, además del que deja la idea que se digiere después del gesto, todo lento.

Me gusta gastar el lomo y la portada en el juego entre las manos y el bolso. El manoseo de sacarlo a ratos en el tranvía, dos o tres páginas como tomar un tentempié y guardar el resto dentro de la servilleta o en la mochila.

Me gusta leer despacio porque es viajar en un barco, de ésos que te dejan medir la distancia real entre dos sitios. Un libro es un alimento, pero también un recorrido y requiere su tiempo.

Soy una lectora lenta porque leer no es ganar, no es una carrera, es un gusto, un placer dirigido, rápido, pero lento. Un truco que quiero adivinar mientras leo. Condición que permite luego ver un paisaje o viajar en el tiempo.

Me gusta leer despacio como si fuera una época, la época de un libro concreto, el libro desde el que te leo.