Diario de librera. Testimonio de un libro en tránsito








Rodeada de libros aspiro a encontrar una explicación entre sus páginas. Antes de que se me vengan encima abriré uno cualquiera y tal vez encuentre una frase que me abrace y calme mi curiosidad. Después desordenaré la biblioteca y seguiré preguntando para qué. 

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Echaré de menos los días en los que vivimos el sueño. Los días en los que estábamos todos, poemas, novelas y cuentos ocupando la misma estantería. Los dueños se apoyaban el lomo en su regazo y acariciaban nuestras páginas, a veces señalaban con el dedo o con un lápiz alguna frase o palabra, otras nos llevaban al dormitorio, a pasar la noche en una mesita. Ahora, cuando estamos a punto de ser expulsados de la casa, nuestros destinos se separan por cajas. Entre los libros nadie conoce a nadie, nuestros dueños cambian de casa y unos pocos elegidos irán con ellos. El resto, sumergidos ya en la maleta del coche, invocamos una librería de segunda mano.

  


Diario de librera





Cosemos ideas en líneas de palabras que enhebradas en páginas confeccionan un libro.


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Manuel, dice que se llama. Cuenta que tuvo una librería, pero que fue tan generoso que se arruinó. Viene todos los sábados y rebusca títulos, creo que necesita aquellos que regaló, para saber si siguen vivos. 


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Los días transcurren como las páginas de un libro, engullidos a la velocidad de una buena lectura van quedando atrás. Podemos volver a las páginas, pero no a los días. 


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El acuerdo al que llegamos con los escritores fue que, a pesar de que ya no estén entre nosotros, seguiremos leyéndoles. 

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Tengo una amiga que dice que en el futuro todas las librerías serán de segunda mano, por eso, a pesar de que los libros son usados, nuestra librería es del futuro.