Diario de librera: Domingo






Juego con la luz y hago filosofía en la cocina, la que trae el verano.

Me disfrazo de medio cuerpo, no es la cara la que habla, es la luz que elige.

Los libros descansan el domingo, pienso en su soledad acompañada. Detrás del escaparate, inaccesibles hasta el lunes de quien los desea. Los libros desconocen este detalle.

Aprendo de la cualidad que poseen los libros para estar en cualquier parte sin dejar de ser. Un libro debajo de la cama no es un zapato. En los garajes suele haber muchos y no son herramientas ni repuestos. Calzando una butaca o en el regazo de una madre, un libro sigue siendo un libro. Por eso creo que los libros tiene algo fascinante que les hace adaptarse a la vida de la gente y a moldearse en sus usos y olvidos.