Diario de librera: Confesiones





Soy una lectora lenta, pero voraz, me gusta saborear los libros. Cada página y su textura calculada, el gusto diferente en la edición, un olor desconocido, pero sabroso, además del que deja la idea que se digiere después del gesto, todo lento.

Me gusta gastar el lomo y la portada en el juego entre las manos y el bolso. El manoseo de sacarlo a ratos en el tranvía, dos o tres páginas como tomar un tentempié y guardar el resto dentro de la servilleta o en la mochila.

Me gusta leer despacio porque es viajar en un barco, de ésos que te dejan medir la distancia real entre dos sitios. Un libro es un alimento, pero también un recorrido y requiere su tiempo.

Soy una lectora lenta porque leer no es ganar, no es una carrera, es un gusto, un placer dirigido, rápido, pero lento. Un truco que quiero adivinar mientras leo. Condición que permite luego ver un paisaje o viajar en el tiempo.

Me gusta leer despacio como si fuera una época, la época de un libro concreto, el libro desde el que te leo.