Historias del mercadillo de febrero



Al mercadillo de libros de viejo, realizado en el  Café 7 el primer fin de semana de febrero, acudieron dos Deweys, tres Napoleones que no alcanzaban a ver las mesas altas, un coleóptero en disfraz de Gregor Samsa, una alemana que compró un libro infantil para desarrollar su español, nubes de nereidas despistadas y media docena de  lansquenetes en feliz rapiña.

 No hubo descanso para la gentuza que organiza.

Un joven indeciso revisó durante dos horas los libros expuestos, contrariado por las múltiples llamadas e insinuaciones de las portadas. Alguien le mostró un Sciascia, pero no fue suficiente; un amigo le habló de Camus, pero nada. Al final terminó agotado y sin libro, furioso consigo mismo, dudando de su nombre.

Nadie presentó queja, excepto un bozal que nos comunicó nuestra escasa atención por la poesía en primera edición. Pensó que tendríamos allí, a cinco monedas, una primera edición de Cernuda para alegrarle la biblioteca.

Mientras las presas caían en manos feroces se escuchó a Leonard Cohen por los altavoces y algunos grillos de temporada. 

Una estudiante de Historia del Arte se emocionó ante una deslustrada edición de La cultura del renacimiento en Italia de Jacob Burckhardt, y mientras ella lo hojeaba recordé aquel capítulo donde el historiador suizo asegura que una de las raíces del humanismo es la sátira, el humor y el ingenio sacrílego.