Recibimos a muchos lectores necesitados. Hay demasiada gente que lee y que desea compartir, contarle a alguien por dónde va, qué está leyendo ahora, cuántos libros tiene en la torre de la mesilla. Seguro que piensan que para eso están las librerías, pero sobre todo las de segunda mano. También los clubes de lectura, pero parece que lo usado está más dispuesto a la conversación, sobre todo con los clásicos. Creo que las personas que leen también necesitan cariño.
Entra a la librería una instructora de hípica, es su forma de preguntar por libros de caballos lo que la delata. Hace unos días vino otra amante de los caballos, pero esta hace poemas con ellos. Le guardamos un pequeño libro de dibujos de carreras y ella nos mostró unas porcelanas azules con las patas rota, todo dentro de una carpeta.