Diario de librera: En la 37º feria del libro antiguo y de ocasión, sin querer






Es viernes veintiséis por la mañana. Es Madrid. No hay opción: directos al paseo de Recoletos. 

No ir a la feria del libro antiguo y de ocasión, que se inaugura hoy, para una librera practicante como yo sería como no ir a la playa en Honolulu para un bañista exagerado o no dormir ante la cama recién hecha para un insomne desesperado. Pero la verdad es que es la segunda vez que voy y siempre de casualidad. 

A Madrid se va a otras cosas, las coincidencias a veces son insuperables. Por eso llegamos puntuales, sin imaginar que la puntualidad iba a hacernos pasar por autoridades y escritores, que sin dar crédito de nuestra naturalidad, aceptaron la tijera de la navaja suiza de mi cuñada Sonia, ellos no tenían la suya. 

Estaban en plena inauguración. Cinta roja intacta y disparos de flashes. El público detrás de la prensa, las autoridades detrás de la cinta. Pude ver a Andrés Trapiello y otros, supongo que igual de escritores y amantes de lo usado, en la línea de salida, para ser los primeros en rebuscar. Ninguno de ellos contaba con el asalto al protocolo de una representación de la sala de máquinas este viernes en Madrid.

El librero de la primera caseta salvó con sus tijeras la situación, pero ya habíamos salido en sus fotos.


Sembramos porque los libros alimentan






Desde que la sala de máquinas tiene ventana nos sorprende ver cómo las personas pegan la nariz y observan los libros como si fueran deliciosos pasteles en las bandejas de una exquisita dulcería, tal vez en Praga. 

Pero más nos sorprende ver que muchas de esas narices corresponden a caras de personas mayores, a caras de gente corriente, gente muy joven, muy señora, muy niño en patinete. Y si hacemos un estudio para confirmar lo poco que lee la gente, lo vamos a contradecir sobre la marcha: leen mucho más de lo que reconocen. Lo ocultan para alimentarse en silencio. 


Por eso vamos a sembrar libros, para dar de comer a los hambrientos lectores silenciosos. 

Sembrar es arrojar las semillas en la tierra preparada para tal fin. Sembrar libros es colocarlos estratégicamente para un encuentro fortuito. 


Pero también se pueden esparcir los libros como quien derrama los juguetes por la habitación. 


Sembramos para dar motivos. 


Si quieres ayudarnos, el martes 23 de abril desde las 18:00 hasta las 20:00 horas, en la sala de máquinas del Café 7. Allí tendremos todo preparado para la siembra.

Contra los libros




La obligación genera rebeldía, la insistencia también. Empeñarnos en que los demás lean y descubran el milagro, es como intentar captar adeptos para una religión o adictos para una ideología.
Un amigo nos cuenta que habría que prohibir los libros en vez de animar a su lectura. Al prohibirlos, dice, llegar a ellos será como un trabajo de libertad.

Cada vez más las campañas de promoción de la lectura generan un efecto rebote, o por lo menos esa impresión nos deja ver como es necesario insistir tanto en lo divertido que es leer. Imaginar a unos pobres lectores, aburridos y recibiendo instrucciones de qué hay que leer y sermones de por qué es bueno leer, no es tan difícil.

Sabemos que leer no nos hace ni más felices ni más listos. Hay sobrados ejemplos en la historia de la humanidad de grandes lectores que también fueron grandes tiranos y todos tenemos un amigo infeliz que lee un montón.

Estamos contra cualquier tipo de imposición, también contra los libros, pero con ellos, por supuesto.