Diario de librera









Recibimos a muchos lectores necesitados. Hay demasiada gente que lee y que desea compartir, contarle a alguien por dónde va, qué está leyendo ahora, cuántos libros tiene en la torre de la mesilla. Seguro que piensan que para eso están las librerías, pero sobre todo las de segunda mano. También los clubes de lectura, pero parece que lo usado está más dispuesto a la conversación, sobre todo con los clásicos.  Creo que las personas que leen también necesitan cariño. 



Entra a la librería una instructora de hípica, es su forma de preguntar por libros de caballos lo que la delata. Hace unos días vino otra amante de los caballos, pero esta hace poemas con ellos. Le guardamos un pequeño libro de dibujos de carreras y ella nos mostró unas porcelanas azules con las patas rota, todo dentro de una carpeta.




Diario de librera 5







Identificarse con el personaje de una novela es tomar partido, decidir el bando en el que se quiere estar. Por eso leo, para reconocer todas las posibilidades.

Los libros almacenan lo que no se puede olvidar. En cada uno está contenido el punto de vista de un ser humano.

Cada vez que veo a alguien con un libro creo que es de mi familia.

Lo primero que miro siempre al entrar a una casa son los libros,  me siento atraída por ellos, como si fueran viejos conocidos que saludan desde la repisa.

Los libros no tienen pudor, se muestran. Algunos enseñan su lomo reluciente con letras doradas, otros su edad, al deshojarse. Los hay que se abren entre las manos, como un animalito necesitado, otros son distantes y pesados, imposibles para la cama. Con los libros siempre sabe una a qué atenerse, después hay que leerlos.